CAMINO IMPLACABLE – Charlie Mai

Conocí a Charlie Mai cuando salía de un episodio extraño: llagas dolorosas en la boca lo habían dejado sin poder hablar durante varios días. Después de esa pausa forzada, empezó a hablarme con calma. Me contó que es artista, que nació en Virginia, que es chinoamericano, aunque nunca ha visitado China. No sabe escribir en chino, aunque puede hablarlo un poco, y que eso no es raro: hablar y escribir en chino son sistemas que se aprenden por separado. Aun así —o tal vez por eso— le interesa explorar los gestos heredados, los idiomas familiares que llegan desde lejos y nunca del todo completos.

Me habló de su abuela, que murió hace poco, y de su padre en EE. UU., enfrentado a la pregunta de cómo despedirla. ¿Cuál ritual era el correcto? Esa duda abrió una distancia: una especie de GPS espiritual desactualizado, que señala caminos pero no termina de trazarlos. En Bogotá Charlie fue al centro comercial Galerías y consultó con las señoras de las tiendas chinas. Con sus respuestas armó algo parecido a un oráculo urbano, un feng shui ensamblado para el adiós.

Así ha construido esta exposición, CAMINO IMPLACABLE: a partir de intuiciones, gestos traducidos y fragmentos difíciles de interpretar. El metro de Bogotá —proyecto en manos de trabajadores chinos casi invisibles para la ciudad— fue uno de los puntos de partida. En una de las visitas a la obra en Bosa, junto a Ronald y otros obreros, surgió primero un poema y luego un sello colectivo, diseñado a partir de sus palabras y experiencias, y tallado a mano con una caligrafía inventada para el tránsito. Los sellos —inspirados en la tradición pictórica china— no afirman autoría, se infiltran en la imagen, marcan sin firmar y dejan constancia de una voz compartida.

CAMINO IMPLACABLE habla de los rituales que se inventan sobre la marcha, de historias que nadie cuenta completas, pero que avanzan como si nada pudiera frenarlas.

María Clara Arias Sierra